Saturday, August 23, 2008

Un periodista que prometía


"Nada molesta tanto a las masas como que alguien las obligue a cambiar su opinión sobre él" (B.BRECHT)

A finales de los ochenta seguí con atención sus brillantes artículos en El País sobre la caída de los regímenes comunistas del Este de Europa. Confesaba el filósofo Savater que en aquella época lo primero que buscaba en el diario era la firma de Hermann Tertsch para leer con avidez las últimas noticias sobre aquellos trepidantes acontecimientos: la caída del Muro de Berlín, las arriesgadas manifestaciones por la libertad en las distintas capitales, los cambios en los gobiernos... A mí me ocurría lo mismo, lo leía con avidez, me gustaba mucho el ritmo de sus escritos, sin la menor concesión retórica -curiosamente todo lo contrario que Savater-, su apuesta por la democracia y la profusión de nombres desconocidos que surgían como relevo a la vieja guardia al servicio de Moscú. Aunque elevase al cardenal Tomasek a conciencia nacional y vencedor absoluto en Checoslovaquia, junto a Havel y Dubcek, se le podía admitir, se podía aceptar todo símbolo que despertase esperanzas de cambio.

Pocos años más tarde me extrañó que el joven periodista no prestara atención a las dificultades que se vivían en esos países en sus procesos de transición. Era evidente que la economía de mercado y las privatizaciones no iban a resolverlo todo, que había amplios sectores de la población que iban a sufrir severas dificultades. Yo ya estaba instalado en Praga y lo comprobaba a diario pero me decía que a los lectores españoles de su periódico tenía que interesarles. Claro que entonces la atención informativa ya se iba focalizando en los Balcanes, con las terribles guerras entre yugoslavos. Al parecer Hermann, que ya había ascendido a subdirector, brindó a sus lectores otras valiosas crónicas y comentarios.

Hace algunos meses, tras veintidós años en El País, Hermann fue cesado. En un periódico digital extremista, de esos que abusan de la palabra libertad manipulándola y reduciéndola al libre mercado, leo que fue cesado por la dirección "por criticar al gobierno", algo que el propio interesado desmiente en un medio parecido. Su cese fue "una purga" leo en la web de la asociación Basta Ya!, que no sé muy bien lo que es. No doy crédito a lo que leo, es la extrema derecha quien lo defiende. La libertad que tanto predican me permite acceder a informaciones más veraces en la red. No se marchó, hizo lo posible para que le echaran, para no irse con los bolsillos vacíos. Y parece que tuvieron una infinita paciencia.

Finalmente leo con horror lo que el joven periodista que tanto prometía escribe en la actualidad. Perdura el estilo sin concesiones retóricas que tanto me gustaba, quizá ahora demasiado hinchado, pero me decepciona profundamente el contenido, irrelevante y previsible. Es el mundo en blanco y negro, de buenos y malos, el mundo de Bush, Aznar y Ratzinger. Es una visión simple en la que todo aparece exagerado, sin término medio, y todo lo exagerado resulta a la postre insignificante, le contesta Savater en algún lugar. Ha soliviantado incluso a su viejo admirador, entretenido ahora en pisar todas las arenas movedizas de este país nuestro pero deseoso de establecer distancias ante la deriva de Hermann. ¡Qué pena!.

Hace cinco años Hermann Tertsch llegó a indisponer al embajador israelí tras los dislates que escribió en "Los astros de la muerte" (El País, 09.09.2003) donde hablaba de una "desviación psicopatológica de toda la cultura israelí del poder" y de "cultura judía de la sumisión".Ahora interviene en actos pro-israelíes. Nada relevante si observamos que ha pasado del agnosticismo al fundamentalismo católico, de la militancia juvenil en el partido comunista vasco a vocero de la derecha reaccionaria.

Veinte años atrás aportaba información, transmitía conocimientos sobre la Europa de más allá del Telón de Acero, casi desconocida para los españoles. Cubrió muy bien un vacío de nuestros medios de comunicación, aún demasiado cerrados en lo propio como consecuencia del pasado reciente. Ahora, en su madurez, se dedica a lo mismo que otros, a los muy manidos temas domésticos. El mismo contrapensamiento, las mismas abstracciones, idéntico enfásis.

Alguien dice que quizá espera ganarse el perdón de la derecha por su largo pasado en El País. Buena observación porque esta adicción -si es que alguna vez existió- es la que tiene más fácil de resolver.