Saturday, June 02, 2007

La acción nos libera


Se me avecina una semana de trabajo tremenda. Hoy debo visitar unos lugares y aprovecho de paso para combatir la ansiedad yendo de compras a unos grandes almacenes. Castellón es una ciudad luminosa, provinciana, de gente amable. Subo a una montaña pelada donde, siglos atrás, unos monjes se aislaron del mundo. Iglesia sin interés. Un monje ausente me dice que permanecen unos diez más los novicios que van variando. -¿Van y vienen? Alza la mirada entre sorprendido y resignado ante mi ignorancia sobre el noviciado.

Paso unas horas en los grandes almacenes entre señoras burguesas y parejas con niños. Omnipresentes niños. Subiendo por la escalera mecánica conversación banal entre dos damas. Una le cuenta a la otra que le va a dar a su hijo no sé cuantos millones. La amiga me mira de soslayo buscando algún signo de admiración en mi rostro. Me gusta alguna camisa pero se aproxima a los cien euros, algunos pantalones pero los superan de largo. Doy más vueltas, compro algo porque no sé irme de vacío ante tantas tentaciones. Decido emprender el regreso y detenerme para cenar a mitad de camino.

Son las nueve pasadas y el restaurante parece vacío, me digo si no será tarde para cenar como si estuviera todavía en Centroeuropa. Pregunto tímidamente si se puede cenar algo, otra vez como si estuviera en Centroeuropa. Una barbie rumana me responde que si tengo hambre sí. ¿No hay espacio para fumadores?. -Si vas a comer ¿para qué vas a fumar? responde la rumana que parece inspirada. Luego leo en la puerta del lavabo masculino una vulgar pintada sobre las camareras rumanas pero yo no establezco ninguna distinción entre una mujer que se acuesta con uno y otra que se acuesta con cien. Los valores son otros.

Voy por el plato principal cuando empieza a llenarse el amplísimo comedor. Una pareja ya mayor con hijos y las dos abuelas. Qué bonito. A mi lado dos parejas muy correctas que tienen poco que decirse. Desfila ante mí un rumano impresionante seguido de una barbie medio desnuda y una pareja de amigos con niño y abuela pero toman asiento demasiado lejos de mi mesa. Luego, enfrente, se instala un grupito de jóvenes nacionales de extraña estética. Ellos con el cráneo rapado y una cresta central, como el casco de un romano. Ellas, menos originales, parecen incómodas a causa de ellos. En un momento dado una le espeta al de su lado que se vaya a tomar por el culo. Me mira a mí un poco avergonzada por lo que acaba de soltar pero su expresión me inspira a dirigir la mirada a otro de sus compañeros. Le sienta fenomenal el casco de romano, los antebrazos desnudos, los jeans apretados.

Se avecina una semana tremenda, a más trabajo más me bloqueo. El problema es que la improvisación -tan habitual en nosotros, los españoles- me supera. Tranquilo, me dejo llevar, la acción me liberará. Además la vida es bella si no se desfallece.