Thursday, August 19, 2010

El señor Tekeyan



"De la vida he recibido sólo lo que he dado. Lo que di a otros me ha sido devuelto, sereno y reforzado, para acompañarme eternamente" (Vahan TEKEYAN)

Su frase es un modelo de elegancia porque en realidad no recibió apenas nada e incluso perdió un ojo tras una brutal paliza por parte de hijos de la misma patria mitificada. Vahan Tekeyan en cambio dio mucho, dicen que gracias a su sensibilidad compuso bellos poemas sobre la vida, el amor y la patria, y que lo hizo buscando siempre, casi obsesivamente, la palabra precisa. Hay quien le considera ahora el poeta nacional de Armenia, los centros comunitarios y centros de estudios de la diáspora llevan su nombre. Pero nada de eso ya le atañe, los reconocimientos post-mortem están bien pero resultan en vano.

Lo describen como un hombre taciturno y amargo, víctima de la soledad y el desencanto. Quede claro que eso no es algo intrínseco, que dependa del azar de la biología y que nada tuviera que ver con el otro, o sea sus contemporáneos, quienes escribieron los horrores de la primera mitad del siglo XX.

Con apenas 18 años tuvo que huir de su Constantinopla natal por las persecuciones otomanas hacia la minoría armenia que precedieron al genocidio que empezó con la eliminación de sus amigos, la intelligentsia de la ciudad del Bósforo, y se completó con la limpieza étnica de los armenios en todo el territorio otomano. Tragedia a la que el mundo apenas prestó atención y que aún hoy, casi un siglo después, sigue sin prestarla, alentando de este modo al nazismo a acometer otra de proporciones aún mayores. Afortunadamente se había refugiado en Jerusalén poco antes del genocidio.

No sólo la brutalidad otomana sino también la intolerancia social ante quienes como Tekeyan precisaban de un entorno más libre y más comprensivo para intentar desarrollar una vida afectiva distinta a la norma, influyó en esa soledad y amargura. "Y es ahora que empiezo a comprender que el hombre puede saborear con el hombre el placer que busca, sea oculta o públicamente", escribió en otro esfuerzo por el optimismo.

Su pasión por la propia lengua y sobretodo el sentimiento de compasión por el destino trágico de los suyos le llevaron a un marcado sentimiento identitario bien reflejado en su obra poética que es lo que tanto en Armenia como en la diáspora más se admira hoy de él. Una actitud que le serviría en vida de único verdadero enlace con el mundo exterior y le procuraría además la subsistencia como maestro y escritor en los medios de la comunidad.

Si bien manifestó su deseo de pasar sus últimos años en la madre patria falleció en El Cairo, la ciudad más parecida a su Constantinopla natal también con su minoría armenia. Ciudades cosmopolitas, bulliciosas y de esplendor masculino en sus calles que nada tenían que ver con los rudimentarios y atrasados poblados entorno al mítico Ararat.

Llama la atención la foto de un banquete de la comunidad armenia del Cairo al que acudió como invitado a principios de los cuarenta. Aparece semioculto en un discreto segundo plano, cabizbajo, entre damas y caballeros que posan sonrientes. La frente ancha y despejada, la nariz afilada, el único ojo tras las lentes redondas y poco más. Como un visitante casual de este planeta enloquecido.

Saturday, May 15, 2010

La última víctima del franquismo



"Nada puede ser más grosero que nuestros cómplices". (MARGUERITE YOURCENAR)


Tres grupos neofascistas han conseguido sentar en el banquillo a un juez de prestigio por haber intentado dar una respuesta desde el ámbito judicial a la tragedia de los desaparecidos del franquismo.

Llegan a este extremo despreciando los dictámenes del ministerio fiscal, la independencia judicial, olvidando el derecho internacional, colaborando en la corrección de la querella y admitiendo ésta aun reconociéndola "tan absurda como para descartarla". Concluyen su día con una humillación: piden más informes, algunos a sí mismos, antes de autorizar la marcha del juez al Tribunal Internacional de La Haya.

El juez tiene pendientes dos causas más en las que se han despreciado también los dictámenes del ministerio fiscal. En una de ellas el juez está acusado de utilizar unas pruebas no autorizadas que permitieron descubrir unos delitos.

No hablo de una persecución realizada en algún tribunal de Guinea Ecuatorial o Zimbabwe sino en una democracia europea que no es de las más viejas y sólidas pero tampoco de las más recientes.

Como muchos, siento mucha vergüenza.

Monday, January 25, 2010

Cita en Punta del Este (III y final) - ficción



"La partida no está perdida ni ganada de antemano, hay que luchar y arriesgarse minuto a minuto". SIMONE DE BEAUVOIR

El señor Sosa reconoció la figura menuda y frágil que descendía por la escalera de mármol blanco del Conrad. Cuando se aproximó a la recepción se incorporó saliéndole al paso. Observó que el doctor Elías Feher conservaba las sienes y el bigotito plateados aunque parecía más débil por la edad. Seguía teniendo un aire a otro Elías judío, el escritor Canetti, hijo de la legendaria comunidad de Salónica. Lo saludó ampulosamente, esbozando en sus ojos una cierta emoción. El doctor le indicó con la mano la dirección de la cafetería.

Tomaron asiento, se preguntaron formalmente por las respectivas familias. No acertaron a precisar cuánto tiempo había transcurrido desde su último encuentro. Más de diez años seguro y habría sido en la tribuna de River Plate. A Sosa le pareció que ese hombrecito venerable conservaba la mirada fija y profunda de siempre que transmitía inteligencia. El doctor sintió cierto alivio, Sosa no parecía un hombre derrumbado ni alguien que se hubiese refugiado en el alcohol. Sí expresaba su mirada una cierta melancolía.

Sosa se lanzó a tratar el asunto que le había traído hasta Punta del Este con palabras desde hacía tiempo meditadas.
- Esa mujer destruyó mi vida. Usted me advirtió y no le hice caso. Creo que estaba demasiado encaprichado de ella.
El doctor escuchaba con atención, sin moverse, con la mirada clavada en su interlocutor. Este prosiguió.
- Mi hijo ha contactado con un buen bufete de abogados que nos da muchas esperanzas por recuperar las dos propiedades que esa milonguera me quitó.
El doctor sin variar su actitud asintió levemente con la cabeza.
- Estaba encajetado, me convertí en un bacán y me dejó seco. Pero aqui estoy para preguntarle algo que me ha intrigado mucho. ¿Cómo pudo usted saber, sin apenas conocerla, que esa mujer era todo lo contrario de lo que parecía? Cómo pudo ver lo que ni yo ni otros vimos.
- En realidad fue mi paciente, por eso la conocía. Si no recuerdo mal por entonces vivía con su segundo o tercer marido y puesto que era uno de esos escasísimos hombres que puede convenir a este tipo de mujeres yo intenté salvar su relación. Entonces apareció usted en su vida y todo se malogró. No olvide que yo me debía a mis pacientes, bondadosos o no... Luego le hice llegar a usted aquel mensaje a través del doctor Pérez D. que no surtió efecto. A ella ya no la vi más.

Sosa frunció el ceño mostrando extrañeza. Su respiración se aceleró. Recordaba que Maribel le confesó en cierta ocasión haber acudido alguna vez a la consulta de Belgrano por un simple problema de insomnio. Nada de importancia.
- ¿Quiere decir que estaba loca?
- Sufría un trastorno crónico de la personalidad -precisó el doctor.
- ¿Por qué era adecuado su marido y no yo?
- Porque era un hombre sumiso, simple, crédulo, en una palabra, manipulable. Y usted, como la mayoría, no. Por eso su relación con ella era desaconsejable.
- ¿Entonces porqué cree que abondonó a ese hombre si tanto le convenía para venirse conmigo?
- Este tipo de personas acaba por sentir desprecio también hacia aquellos que resultan fáciles de manipular. Les parecen demasiado débiles.
Sosa escuchaba sorprendido. El doctor hablaba con absoluta seguridad. Ambos permanecieron unos segundos en silencio.

- Sabe... Un segundo error fue confiarle mi empresa. Nos fuimos quedando sin clientes sin darme cuenta. Yo me creía sus explicaciones.
- Ciertamente no son personas que puedan realizar un trabajo que implique trato con el público -terció el doctor.
- Pero era una mujer agradable, risueña, con buena presencia. Quizá muy habladora pero eso suele suceder en las mujeres...
El doctor se acomodó en su asiento, mirando de soslayo a su invitado. Alzó los ojos, pareció reflexionar brevemente para volver a fijar la mirada en Sosa.
- Son personas que observan mala intención en todo lo que los demás hacen. Tienden a ver actitudes insultantes donde no las hay y se sienten ofendidas sin razón para ello. ¿Entiende?. Esta es la base de su problema.
- Es cierto que no se relacionaba con la mitad de su familia... También no sé cómo lo hizo pero consiguió enemistarme con mucha gente y alejarme de mi hijo.
Feher asintió con un leve movimiento de cabeza. Sosa volvió a permenecer pensativo, en silencio.

- Creo que mi tercer error fue poner las propiedades a su nombre. Me convenció para evitar un posible embargo relacionado con las deudas de la empresa.
El doctor no respondió.
- Hubo finalmente un cuarto error -señaló Sosa esbozando una sonrisa que denotaba cierta vergüenza-. Después de todo la localicé para pedirle que volviera conmigo. Fíjese, cuando ya me lo había quitado todo yo esperaba que se reconciliase conmigo.
El doctor hizo ademán de alzarse de su asiento para dar por terminada la conversación.
- Estas personas albergan resentimientos profundos y durareros -sentenció Feher para aconsejarle acto seguido que olvidase.
- Todos nos equivocamos, Sosa.
- Más aun con las mujeres -terció Sosa.
- En realidad se trata de un trastorno más frecuente en los hombres -explicó el doctor.
- Usted puede recuperarse, independientemente de lo que consigan sus abogados. Si se lo propone puede vivir una jubilación satisfactoria. Si le sirve de consuelo esa mujer no está dotada para la felicidad.

El doctor se despidió con una sonrisa de complicidad. En el tren que lo llevaba a Buenos Aires Sosa decidió encarar el futuro con optimismo.

Saturday, October 17, 2009

Cita en Punta del Este (II) - ficción


El doctor Feher recordaba bien los casos de Marcos Sosa y Maribel Quesada. Dieron mucho que hablar en Belgrano por la posición social de los protagonistas si bien desde un punto de vista clínico carecían de especial interés. Antes de retirarse a Punta del Este había donado a la facultad las historias clínicas acumuladas durante casi cuarenta años. Una ingente cantidad de papel ordenada en archivos a la que, una vez cerrada la consulta, hubo que proporcionar un destinatario apropiado y respetuoso con la confidencialidad. Quedó maravillado cuando unos estudiantes le devolvieron toda la información en unos pocos disquetes.

El doctor se sentó en el despacho de su apartamento. La primera luz de la mañana iluminaba la estancia a través de un gran ventanal desde el que solía observar un mar tranquilo o agitado. Tomó el disquete seleccionado, del año 89. Quería refrescar la memoria, al día siguiente se vería en el Conrad con el pobre señor Sosa. Efectivamente pocas líneas aparecían sobre el hijo de Sosa. No observó entonces que el joven tuviese dificultades por aceptar su orientación sexual pero sí le pareció algo vulnerable a la presión familiar. Le animó a dar pasos en el buen sentido excluyendo el proyecto de boda. Semanas más tarde Feher, que había tratado muy poco a Sosa padre, optó por pedirle a un amigo común que insistiera en ese sentido. Indicaciones al doctor Pérez D. para que haga ver a los Sosa la inconveniencia de la boda de su hijo, había anotado.

Respecto a Maribel Quesada las consultas fueron numerosas, el historial ocupaba varias hojas y en el lugar reservado al diagnóstico aparecían tres consonantes simplemente. Recordaba que era una mujer bastante atractiva, con una larga melena azabache y con cierto exceso de maquillaje, perfume y perifollos. Con la experiencia Feher había adquirido habilidad en obtener una información valiosa con una primera mirada, antes de que el paciente pronunciase sus primeras palabras. Del resultado de ese brevísimo estudio semiológico se podía obtener una impresión que indicaba una dirección a seguir y otras a descartar. De Maribel, aún más que su cuidado aspecto, le llamó la atención la mirada tensa, fija. Una mirada que conocía de otros pacientes y que recomendaba prudencia, tacto en la palabra.

Releyendo el historial que él mismo escribió años atrás recordó que el caso no le planteó mayores dificultades, los síntomas aparecieron a medida que las visitas se fueron sucediendo. Debió en efecto medir sus palabras para no propiciar interpretaciones en negativo fruto de la desconfianza, hacer equilibrios para no reforzar los juicios erróneos de la mujer sin que ésta se molestase y dejase de acudir a la consulta. Aceptar que estaba perfectamente, que sólo acudía allí por asuntos menores. Todo un trabajo para un resultado limitado: si conseguía recetarle las pastillas ella podría encontrar cualquier excusa para no tomárselas.

Finalmente se preguntó Feher por el señor Sosa. No habría buscado esta cita sólo para lamentarse por no haberle hecho caso, ni para encontrar una explicación al comportamiento de esa mujer, se dijo. Todo eso resultaba lejano. Quizá esté depresivo -pensó- y él le había dado motivos para confiar. Desde Belgrano le habían llegado informaciones contradictorias, hablaban de un hombre solitario, roto por la vida, pero también se rumoreaba que Maribel iba a perder las propiedades que consiguió poner a su nombre. La cita, al día siguiente en el Conrad.

Sunday, August 30, 2009

Cita en Punta del Este (I) - ficción



Conservaba el lóbrego apartamento materno de River, una escueta pensión y poco más. Bueno, también muchos recuerdos de los viejos tiempos: fiestas familiares, hábiles negocios, la amistad de la flor y nata de Belgrano... Se decía a sí mismo que a un hombre se le puede quitar todo excepto su pasado y se aferraba a él con más orgullo que nostalgia.

Admitía dos tremendos errores en su vida: insistir a su hijo en casarse y abandonar a su mujer por otra. Decisiones lejanas, separadas en el tiempo pero relacionadas entre sí que tenían mucho que ver con su actual soledad y precariedad económica. El fracaso del matrimonio de Marcos supuso su marcha a Europa; su esposa entendió que debía estar también al lado del hijo y decidió pasar temporadas allí, en una de sus largas ausencias él conoció a Maribel... Admitía esos errores pero se lo reprochaba poco en la medida en que en su momento había tomado sus decisiones con absoluto convencimiento. ¿Porqué Marcos no iba a casarse con esa dulce muchacha de buena familia que lo adoraba?. ¿Porque lo desaconsejase el doctor Feher?. Si su mujer había decidido pasar largas temporadas fuera ¿porqué iba él a renunciar al amor de otra mujer, además más joven y más bella?. ¿Porque el doctor Feher le advirtiera que esa mujer no le convenía?. ¿Qué se creía ese viejo judío para entrometerse en sus vidas?. ¿Acaso no le bastaba la plata que dejaban en su consulta de avenida Cabildo las histéricas mal casadas y aburridas de media ciudad?.

A medida que había transcurrido el tiempo, que la dura realidad se había impuesto -Maribel se quedó con la amplia casa de River y el apartamento de Punta del Este, tras saquear la cuenta bancaria-, su intriga hacia ese enigmático doctor en psiquiatría había ido en aumento. Además sólo en contadas ocasiones había coincidido con él: se habían saludado en alguna cena multitudinaria o en la tribuna de River Plate. Tampoco apenas conocía a Marcos o a Maribel que sólo había acudido alguna vez a la consulta por un problema de insomnio. ¿Cómo pudo predecir lo que sucedería?. Si tan convencido estaba de los desastres que se cernían ¿porqué no le llamó para hablar personalmente con él en lugar de limitarse a breves advertencias a través de terceros?.

Años después en el edificio de Cabildo supo que el doctor se había retirado a algún lugar de Punta del Este. No consiguió dirección ni teléfono de contacto. Tampoco las escasas amistades que conservaba de los viejos tiempos pudieron ayudarle en este sentido. Preguntar por el doctor se convertió en un hábito casi obsesivo. Se decía a sí mismo que no deseaba morirse sin obtener del doctor respuestas a las numerosas preguntas que se hacía sobre el comportamiento indigno de Maribel. Lo de su hijo le intrigaba mucho menos. Algo había leído sobre la homosexualidad y estaba resignado.

Al fin, un feliz día un amigo le dio una valiosa información. Había coincidido casualmente con el doctor y su esposa en los baños del Conrad, en Punta del Este, y le informó sobre su interés por dialogar con él. El doctor se excusó alegando que no tenía previsto viajar a Buenos Aires pero le facilitó las fechas previstas de sus futuras estancias en el balneario. "A pacientes, después de cuarenta años ejerciendo, ya no recibo pero con las víctimas de mis pacientes me siento un poco en deuda. Con gusto le invitaré a cenar en el restaurante del Conrad (foto)".

Saturday, August 01, 2009

El doctor de Sofía Carlota


A la bella Sofía Carlota de Baviera, hermana menor de la célebre emperatriz Sissi, le concertaron un buen matrimonio con su primo el muy apuesto Luis II, futuro rey de Baviera. Pese al interés familiar el noviazgo no prosperó. ¿No os dáis cuenta de que no me quiere? dijo la desconsolada joven a sus padres quienes no tardarían en arrojarla a los brazos de otro buen partido, el nieto del rey de Francia.

Tanto Sofía Carlota como Luis II tuvieron un trágico destino. Ella murió en un incendio en París, él ahogado en extrañas circunstancias en un lago cercano a Múnich. También ambos habían sido internados por iniciativa de sus propios familiares en centros psiquiátricos. Ella por haber vivido una apasionada relación extramatrimonial y él por homosexual. En la época -finales del siglo XIX- tanto la mujer adúltera como los homosexuales eran considerados como enfermos mentales.

Sofía Carlota permaneció algún tiempo en la clínica que el célebre psiquiatra Krafft-Ebing poseía en Graz. Había huído con su amante pero los buscaron, los separaron y a ella la ingresaron. Poco antes habían encontrado el cuerpo sin vida de Luis II en un lago junto al castillo de Berg donde acababan de internarlo. Junto a su cuerpo, el de su psiquiatra. Una hipótesis es que primero ahogó a éste y luego se suicidó.

Me da un cierto vértigo pensar que la interpretación agustiniana del sexo tuviera todavía tanta influencia social mil quinientos años después de su formulación. De hecho en ciertos sectores todavía la tiene. Lo que se contaba el locuaz San Agustín se lo sigue contando la Iglesia católica. La única finalidad del sexo es la procreación dentro del matrimonio y todas las otras actividades sexuales son pecaminosas. Para él el celibato era superior al matrimonio.

Tradicionalmente se ha considerado la sexualidad como un asunto de moral y no de fisiología o psicología. En el siglo XIX algunos médicos empiezan a considerar ciertos comportamientos sexuales como perversiones que forman parte de las enfermedades mentales; así, el médico reemplaza al sacerdote y al abogado canónico, la patología al pecado.

Krafft-Ebing, el psiquiatra de Sofía Carlota, es valorado como pionero de la sexología y por su apotación a la terminología psiquiátrica pero no dejó de ser un hombre de su tiempo, un hijo del siglo XIX. También creía que la finalidad del sexo era la procreación, el resto eran desviaciones que él se entretenía en clasificar. La masturbación era fuente de enfermedades diversas y relacionaba la pasión sexual con la epilepsia. Sólo al final de su vida pareció zafarse del fardo agustiniano y gracias en gran medida a sus propios pacientes, a perversos como Karl Heinrich Ulrichs, el primer gay que osó salir del armario en una época muy oscura. Pero esa mejor percepción de Krafft-Ebing sobre la sexualidad humana en el incipiente nuevo siglo XX parece sólo como un presagio de las grandes transformaciones en el mundo del pensamiento y de la ciencia que éste va a traer consigo

Saturday, July 11, 2009

A perpetuidad


La noche del 15 de febrero de 2006 alguien daba la noticia sobre el asesinato de Ilan Halimi en el foro judío francés en el que yo participaba. "Un joven judío secuestrado y torturado hasta la muerte". El miedo pero sobretodo las reacciones de indignación se sucedieron en los días siguientes en el mismo foro. "La monstruosidad no tiene límites", apuntaba el webmaster David. "Lástima que la pena de muerte haya sido abolida en Francia", bramaba Benjoseph.

Una joven aún menor de edad actuó de cepo. Fue con frecuencia hasta el comercio de teléfonos celulares donde trabajaba Ilan hasta conseguir que aceptara dar un paseo con ella. De este modo fue secuestrado. Se exigieron 450.000 euros por su liberación, luego la cantidad se redujo a 100.000. La familia no disponía de ese dinero; la madre, divorciada, era una trabajadora que se ocupada de sus tres hijos. Ilan fue torturado durante 24 días. Se le encontró agonizante junto a una vía de ferrocarril falleciendo durante el traslado al hospital.

Pronto fueron detenidos numerosos miembros del llamado "gang de los bárbaros" cuyo máximo responsable el costamarfileño Yusuf Fofana había huído a su país de origen. El gobierno francés se tomó el asunto con la seriedad debida y el criminal fue extraditado con una extraordinaria celeridad a Francia.

Yo hice una de mis discretas intervenciones en el foro, por cierto un foro de excelente calidad que, por motivos que no vienen al caso, se malogró. "Me gustaría ver a esos sucios asesinos condenados a perpetuidad", escribí la tarde del 21. Y bien, hoy he sido complacido porque publica la prensa la sentencia de cadena perpetua para el tal Fofana que urdió el secuestro, las torturas y finalmente asesinó al joven judío. Pasará con seguridad 22 años en la cárcel, luego, supongo que en función de su conducta, podrá tener libertad condicional. A juicio del abogado de la familia de Ilan las condenas para algunos de los participantes del grupo criminal han sido demasiado benignas y serán recurridas a un tribunal superior.