Sunday, December 28, 2008

(VI y último) - CITA EN TEL AVIV (ficción)



TEL AVIV, 2005

Mientras leía el informe que le habían facilitado los servicios secretos sobre la nueva embajadora francesa la ministra Livni esbozó una sonrisa. También ha seducido a nuestros agentes, pensó. Confirmaba el informe la condición de judío del abuelo materno de la embajadora sin precisar más detalles pues se trataba de un dato del que la prensa ya se había hecho eco. Era una mujer distante pero dotada de una especial empatía, sabía decir muy bien lo que sus interlocutores esperaban oir. Lo más sustancial del informe se refería a las enormes posibilidades que tenía de llegar a ministra cuando Sarkozy fuese presidente pese a ser una mujer independiente, muy cómoda en su carrera diplomática y nada predispuesta a militar en partido alguno. Los servicios secretos franceses habían facilitado a Sarkozy una información valiosa por si la brillante dama se convertía en un obstáculo algún día: podría desembararze de ella filtrando a la prensa que la mitad de su cuantiosa fortuna estaba fuera del país, en Suiza y Mónaco. Livni quedó admirada: el Mossad está al corriente de lo que cuentan los agentes franceses a su primer ministro.

Desde Jerusalén, el rabino Chaïm Bures-Liebermann, un hombre menudo de barba plateada en torno a los setenta años de edad, había enviado una carta a la embajadora Catherine Naudon-Librman. "He leído en la prensa que su abuelo era un Liebermann (o Librman)de Jihlava. Mi abuelo fue Avigdor Liebermann, músico y anticuario praguense, mi padre se llamaba Salomon y uno de sus hermanos, Samuel, se instaló en Jihlava. De la familia sólo sobrevivimos a la Shoah Samuel, sus hijos y yo. Lo más probable es que su abuelo fuese tío mío pues difícilmente habría otro judío con tal apellido en toda la región de la Meseta", le había escrito. Inquieto por el descubrimiento y por la falta de respuesta había llamado por teléfono semanas más tarde a la embajada. "La embajadora está al corriente de su carta y acepta gustosa recibirle", le confirmó una voz femenina en perfecto hebreo. Le dio una favorable impresión de familiaridad, no dijo su excelencia, dijo simplemente la embajadora.

El hombre se desplazó adrede a Tel Aviv. La embajada se hallaba en un céntrico lugar cercano a la playa de Frishman. Pasó un control de seguridad que le pareció algo riguroso para un viejo rabino. Luego esperó sentado en una sala espaciosa y luminosa, decorada con numerosas antigüedades. Al lado de una gran ventana estaba dispuesta una amplia mesa de ébano, detrás una silla de piel que utilizaría la dama. Sobre la mesa el retrato de dos adoslecentes y un jarrón de cristal con flores. Al otro lado una airosa kentia con sus hojas finas y alargadas, abrillantadas. De pronto entró con decisión una mujer alta y elegante enfundada en un sobrio traje chaqueta azul oscuro. Tendría unos cincuenta, era rubia, con el pelo liso recogido por atrás. Piel de porcelana en torno a unos hermosos ojos celestes. Era más bella aún que la Livni, pensó al incorporarse para estrecharle la mano.


- Entonces usted es rabino... -inquirió la dama en perfecto inglés mientras sacaba un sobre del cajón de la mesa de ébano.
- Así es, excelencia. Me hice en Chicago. Unos amigos de mis padres me ocultaron en Praga durante la Ocupación, evitándome una muerte segura. Tenía apenas doce años cuando nos instalamos en América. Me llamo Chaïm Bures-Liebermann. Bures en homenaje a mis padres adoptivos, Josef y Rebecca.
El rabino guardó silencio cuando la dama leyó la carta que le había enviado semanas atrás.
- Curiosa historia -dijo ella, dejando la carta encima de la mesa-. ¿Recuerda su infancia? Sus padres, sus abuelos, la casa...
- Vagamente pero algunas cosas sí.
- ¿Recuerda el nombre de la calle donde vivía su abuelo Avigdor?.
- Sí, recuerdo la casa de la calle Maiselova. Mis padres vivían muy cerca, en la plaza de los Curie. Recuerdo también el gran comercio de antigüedades de la avenida Vinohradská -añadió el rabino con emoción.
- Dice en su carta que Avigdor era músico...
El rabino entonces se extendió sobre sus antepasados, mezclando sus propios recuerdos con lo que le habían contado sus padres adoptivos. La embajadora escuchó con atención, impertérrita, sin interrumpirle. Le parecía una pena que la mesa fuese tan grande que ocultase las piernas de ella pero se decía a sí mismo que no debía pensar en eso.
- No conocí a mis abuelos maternos -confesó la dama-, lo que sé es por mi madre y mis tíos. Eran muy jóvenes cuando se instalaron en Francia ¿sabe?. Luego el régimen no les permitió regresar, ni siquiera para acudir al entierro de sus padres.
La dama suspiró levemente para añadir que pudo visitar a tío Jan a principios de los ochenta.
- Jan no se vino a Francia, era el mayor y decidió que al menos uno de los cuatro debía permanecer allí junto a los padres. Cuando lo visité vivía en la casa de la calle Maiselova -ella miró entonces fijamente a su interlocutor esperando alguna reacción.
- Mi abuelo se había convertido al cristianismo al casarse pero no era evidente que dejase de estar en peligro por ello. Ni él ni su familia. Lo peor sería la incertidumbre- sentenció la dama.
- Fueron tiempos horribles especialmente para nosotros -añadió él en voz baja.
Ambos permanecieron unos segundos pensativos.
- ¿Entonces cree que somos familiares? - preguntó el rabino.
- A mi familia no le consta que ningún Liebermann de Praga sobreviviera a la Shoah pero celebro el error. Me alegro que usted esté aquí - le dijo la embajadora con una amable sonrisa-. Parece en efecto que su padre y mi abuelo eran hermanos.
El rabino le contó más detalles de su vida. Ignoraba si ella disponía de mucho tiempo pero siguió hablando porque le parecía receptiva y muy atenta, además ahora ya sabían que les unían lazos familiares.
Ella lo invitó a Francia.
-Mamá estará encantada de conocerle, hoy mismo le daré la noticia. Va a tener una auténtica sorpresa- dijo.
Ella le aseguró que lo llamaría cuando viajase a Jerusalén y le pidió que pasara a verla siempre que viniese a Tel Aviv.
- Me quedan unos cuatro años aquí pero nunca se sabe...
Finalmente la dama le comentó que las propiedades familiares de Praga y de Plandry las habían heredado su madre y sus tíos tras la caída del régimen comunista. Insistió en que desconocían que pudiese vivir otro descendiente.
El rabino entendió que debía tranquilizarla.
- Soy viejo y estoy solo. Enviudé hace poco y mi único hijo dió su vida por Israel. Ahora no conservo mayor ambición que la de servir a mi comunidad en espera de la llamada de Hashem.
La dama se alzó y despidió al hombrecito con un beso en la mejilla.

7 Comments:

Blogger olhodopombo said...

la arbol roja
es el Flamboyant.

12:30 am  
Blogger Carlos Paredes Leví said...

Una narración magnífica, como de costumbre, caballero..¡

No le conté que me gusta Tzipi Livni?. Le agradezco la haya añadido en el relato.

Un saludo.

11:47 am  
Blogger El Castor said...

Pues es muy bonito el Flamboyant. Parece que el frío del invierno no lo soporta o sea que debo olvidarme, además no queda espacio en mi jardín.
Gracias, Olho. Tiene sus ventajas vivir en el Trópico...

5:01 pm  
Blogger El Castor said...

Caballero, no me lo contó pero lo suponía porque a usted le gustan todas...

5:07 pm  
Blogger Carlos Paredes Leví said...

Pues le comento que, normalmente, me achacan todo lo contraio. A ver si ud. me está confundiendo con nuestro amigo Juan Pablo Pradero ??

Un saludo, caballero.

10:20 pm  
Blogger El Castor said...

Es cierto que usted es más selectivo. Creo que lo confundí con su último personaje.
Saludos.

11:15 am  
Anonymous Anonymous said...

Tú que me corregiste lo de KATZENELSON fíjate que en mi paìs el apellido no es LIEBERMAN sino LIBERMAN.La hija del administrador que tenìa mi mami en su estancia se casó con un LIBERMAN.
Como los apellidos eran difìciles y venìan tipos de rusia,checoeslovaquia ,polonia etc etc con apellidos rarìsimos los pobres jefes de los registros civiles les ponìan cualquier cosa.Estos en ese entonses eran analfabetos.

9:13 pm  

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