Friday, October 13, 2006

Checas


La señora Hoferová era una abuelita encantadora, una bondadosa campesina que cuidaba de un pequeño huerto en el jardín de su casa. Asustadiza, de mirada huidiza, también su delgadez le daba un aspecto de fragilidad en lo físico. En realidad era una mujer ágil, a pesar de su edad avanzada osaba correr todos los días junto a nuestra perrita por los campos que rodeaban la casa. Tampoco su personalidad era tan vulnerable como aparentaba, más que la incertidumbre por los cambios políticos la asustaba la delincuencia de esa época de transición que se vivía. Yo estaba instalado en la parte posterior de la casa y cuando regresaba del trabajo al anochecer solíamos mantener breves conversaciones. Pronto me di cuenta que para verla reír bastaba con interesarse por los proyectos de negocio de su hijo. Entonces empezaba a desglosar con ironía los planes que el hijo le había confesado por teléfono, me los contaba y se reía abiertamente, le correspondía con mi sonrisa y ella entonces prolongaba sus carcajadas. "Antes sí había verdaderos empresarios" afirmaba refiriéndose a la época de entreguerras. "Los de ahora me hacen reír" sentenciaba.

Yo lo había percibido pero no le encontraba una respuesta. Las mujeres parecían más responsables, más dispuestas a emprender algún negocio, se las veía con más iniciativa y con más coraje aun a sabiendas de que también les correspondía el trabajo doméstico. Ellos parecían como desubicados, desconcertados. Los veía salir tambaleándose de las cervecerías, en las citas de negocios repartían de inmediato sus tarjetas de visita, felices como niños que ofrecen la estampita el día de su comunión. Era un ritual al que parecían conceder la mayor importancia. Sorprendentemente durante el comunismo los trabajos relacionados con la contabilidad los habían desempeñado casi exclusivamente las mujeres.

En un reciente artículo aparecido en El País la traductora y novelista checa Monika Zgustová, residente en España desde hace bastantes años, desvelaba las razones de esta situación extraña - vista a ojos de un occidental- que yo no había conseguido explicarme. Sostiene la Zgustová que "durante el totalitarismo las mujeres se acostumbraron a desempeñar en la sociedad y en la familia un papel activo. El hecho de que el sistema no premiara las iniciativas individuales y cortara de raíz cualquier proyecto de desarrollo personal afectó más a los hombres, educados para cargar en exclusiva con el progreso propio y el de sus familias. El hombre, formado en el concepto de pater familiae propio del mundo burgués del imperio austrohúngaro como punto de referencia, sufrió más que la mujer la desorientación. Fueron muchos los hombres que se derrumbaron, mientras que las mujeres, acostumbradas desde siempre a decidir y batallar, han tomado en sus manos tanto la iniciativa profesional como las riendas de la casa".

"Sin haberlo buscado, el totalitarismo mutiló al hombre, formando a una mujer activa, emprendedora y dinámica que participa hoy plenamente del resurgir económico de su país" concluye.

Ya véis, mujeres con iniciativa y auténticas bellezas, como Tat'ana Kucharová (foto). Pensar que yo preferí rodearme allí de muchachos sin mucha cabeza... Triste ¿no?.

3 Comments:

Blogger Rocío said...

es una de las justas ironías de la historia. uno nunca puede controlar todos los parámetros, y parece que muchas veces el propio devenir d elos acontecimientos es inesperado.

4:21 pm  
Anonymous Anonymous said...

Yo también me rodeo de muchachos sin mucha cabeza, jeje. Es que no aprendo, aún cuando me lo propongo tanto. Quizás algún día.

8:08 pm  
Blogger El Castor said...

Blue: Sorry, no entiendo nada de lo que dices.
Intri: pero tú puedes elegir a uno con cabeza...! Sólo tienes que proponértelo.

Muchos saludos a ambos.

9:14 pm  

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