Monday, September 11, 2006

Una mujer necesaria


"Vous ne saurez jamais que votre âme voyage comme au fond de mon coeur un doux coeur adopté; et que rien, ni le temps, d'autres amours, ni l'âge, n'empêcheront jamais que vous ayez été". (M. YOURCENAR)



Superó a sus compañeros masculinos de promoción en la Sorbona excepto a uno: Jean Paul Sartre. Todo quedaría en casa porque Sartre, bajito y estrábico pero inteligente y dotado de mucha labia, se convirtió en el amor necesario con el que formó una pareja de leyenda. Ella era guapa, con ojos azules y solía lucir algún turbante que además de concederle un aire de discreta elegancia parecía indicar donde se hallaba la parte más privilegiada de su cuerpo. Permanecieron siempre unidos, construyeron un mismo pensamiento, pero raramente convivieron bajo un mismo techo y se permitieron numerosos amores contingentes, o sea relaciones secundarias que, aun siendo importantes a veces, no pondrían nunca en peligro su relación privilegiada.

Ambos fueron pensadores que ejercieron una enorme influencia durante la segunda mitad del siglo XX. El ejerció ante todo de filósofo mientras que Simone destacó por su faceta de memorialista después de la publicación de una obra que causó impacto en la época y que se considera como la biblia del feminismo. La obra de él iría más bien destinada a universitarios e intelectuales, ella se dirigiría al gran público contando su propia vida, sus viajes, sus opiniones, sus gustos, lo que sin duda venía facilitado por su personalidad narcisista.

Sartre tuvo algo de seductor compulsivo, así que no fue gran cosa como amante. Simone, a pesar de preferir en el fondo a mujeres más jóvenes, vivió historias apasionadas con hombres también algo más jóvenes que ella como J.L. Bost, Claude Lanzmann y el escritor norteamericano Nelson Algren que fue el que peor digerió el papel contingente que tenía asignado de antemano. Consciente de las limitaciones en materia de tolerancia de los tiempos en los que le tocó vivir sólo después de su muerte apareció el abundante material epistolar con Sartre y Algren, y ahora el de Bost, que ponía de relieve la libertad con la que Simone había decidido vivir su afectividad.


Simone de Beauvoir fue una adelantada a su época. Empujó a muchas mujeres a luchar por la igualdad de sexos pero también resultaron muy valiosas sus reflexiones sobre el ateísmo. "La meditación sobre la muerte es la suprema sabiduría de los que ya están muertos" escribió en cierta ocasión. Fustigó a la burguesía de la época a la que acusó de "trazar del hombre los retratos más negros, para demostrar la necesidad de un dios que concibe a su imagen". Se creó muchos enemigos entre los sectores más conservadores de la sociedad pero lo encajó bien, consciente de que determinadas oposiciones no hacen más que favorecer a uno. Junto al firme compromiso de mirar siempre a la realidad de frente, con los ojos abiertos, quizá lo más admirable fue su capacidad por vivir felizmente y con optimismo a pesar de mantener un constante rachazo y enfrentamiento con buena parte de la oscura sociedad de su época.

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