Triste domingo
"No entres discretamente en esa buena noche. Deberías encenderte de furia a la caída del día. Rabia, rabia ante la luz que se apaga". (DYLAN THOMAS)
Una especie de leyenda pretende que en Budapest los suicidas van tatareando la melodía de Szomorú Vasárnap (Triste domingo /Gloomy sunday) mientras se dirigen hacia alguno de los puentes sobre el Danubio. Me parece una pieza demasiado bella como para recodarla camino de la última cita, cuando uno ha decidido quitarse de en medio para reunirse consigo mismo. Muy bella y delicada y nadie como los cíngaros, con sus violines y cimbalones, para interpretarla con maestría.
En la red sólo he encontrado dos versiones: una de una cantante negra, Billie Holliday, que más que invitar a lanzarse al río invita a tirarse al barquero y otra, cantanda en alemán, con imágenes de oficiales nazis en el vídeo, que invita directamente a disparar por la espalda al primero que se acerque.
Yo la escuché por primera vez en la koliba de Praga, una réplica de las acogedoras tavernas de madera de los Tatras, curiosamente situada cerca del puente de Nusle, el preferido por los suicidas locales. Acudía allí con frecuencia y una noche pregunté a los cíngaros que la interpretaban por el nombre de aquella canción que cuando empezaba a sonar provocaba el silencio de los turistas.
En Praga el puente de la muerte fue construido para facilitar el acceso entre el centro y el sureste de la ciudad. Una noche mientras lo cruzaba en mi coche vi de refilón una sombra encaramarse por la reja y es que las autoridades habían decidido colocar, como medida disuasoria, unas altas rejas a ambos lados. Un obstáculo para nada insalvable: atravesando el puente por la estrecha acera se podían observar algunas partes en las que el alambre había sido cortado. Debajo del altísimo puente había una estación de servicio y las calles del barrio de Nusle con sus viviendas.
En un apartamento próximo al puente vivían su exilio S. y M., croata ella y serbio él, en la misma época en que el odio interétnico desangraba su hermoso país. A veces, por la noche, oían un estrépito sobrecogedor pero ya habían decidido no asomarse más a la ventana, ya sabían lo que había sucedido. M., con la voz suave y la barba canosa, con su aires de gran monje ortodoxo, tranquilizaría en esos momentos a su esposa hasta que decidieron instalarse en otro lugar de la ciudad. Y es que ellos, que quisieron permanecer lejos de la muerte de sus propios amigos en los campos de Yugoslavia, difícilmente podían soportar que la muerte osara instalarse al lado mismo de su casa.
5 Comments:
perdona! si qse podia comentar aki, pero soy un inutil y no me di cuenta de lo de "otros" jeje
pues nada... tengo una curiosidad... tu blog qes? me refiero a que si son historias que escribes tu o son de otros? o cosas que te pasan a ti? o una fusion de ambas
bye!
Rubén, una parte son recuerdos de los años que viví en Centroeuropa. Pero lo difícil es seguir porque ni hay tanto para contar ni me acuerdo de muchos detalles. Como estos últimos años ya de regreso a España no me ocurre nada de nada -y bien que lo siento- pues me dedico a rescatar del pasado. Es un ejercicio de memoria y no de imaginación por lo tanto todo está muy limitado. Pero veremos. Un saludo.
Pau, cuando yo me instalé hacía poco más de un año que el comunismo se había derrumbado. Fue una época única. Ahora es distinto, Praga ya se parece a Viena, pero sigue siendo un destino imprescindible. Anímate y ve. Un saludo.
Me encanta leerte... tus letras huelen a nostalgia, a la vieja europa, a mis sueños de viaje.
Ah! También me encanta poder dejar por in un comentario. Saludos.
Intri., me gusta leerte, además tienes esa naturalidad que crea muy pronto confianza con el lector. A mí esto me resulta más difícil, por mi forma de ser. Un saludo.
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