Sunday, January 14, 2007

La mujer rota



"L'histoire ne s'intéresse qu'aux privilegiés" (MARGUERITE TOURCENAR)

Puntualmente, en vísperas de Navidad, mi abuela paterna llamaba a sus primos de Barcelona. A pesar de la escasa distancia geográfica se veían muy raramente, a veces se olvidaban de felicitarse por el cumpleaños pero nunca cuando se aproximaban las fiestas navideñas. Una vez coincidí con el primo y su única hija en casa de la abuela. Recuerdo que era una mujer muy bella, esbelta, con una hermosa melena rubia. A la vez era una mujer sencilla, discreta, silenciosa y de una elegancia clásica. La abuela me contó que junto a su marido había vivido un tiempo en Alemania, había tenido dos hijos y luego habían regresado todos para que los hijos crecieran cerca de sus abuelos.

Algunos años más tarde, al filo del verano, mi abuela recibió una inesperada llamada de su primo. Fue para contarle que el matrimonio y los dos niños pasaron sus vacaciones en la montaña, en los Pirineos. Un día el padre fue con los niños a bañarse al río, al parecer se distrajo o se confió y cuando miró los niños habían desaparecido del lugar en el que tomaban el baño. Horas más tarde se recuperaban sus cadáveres de las aguas. La abuela no podía dar crédito a lo que oía.

Algunos meses más tarde la abuela reconoció al otro lado del hilo telefónico la voz familiar de su primo. Llamaba para contarle que el matrimonio se había separado. Permanecerían siendo amigos, manteniendo una buena relación, pero él deseaba vivir solo. No parecía haber una explicación. Quizá su esposa, esa bella mujer discreta, le recordaba demasiado a sus hijos. Quizá pensó que alejándose de ella superaría la tragedia, que con su ausencia podría enterrar definitivamente a sus hijos. No lo sé, nadie se explicaba la separación. En todo caso pienso que resultó en vano porque es sabido que podemos superar la muerte de nuestros abuelos, de nuestro padres, pero nunca la de un hijo. Podemos como mucho aprender a vivir sin él, sin ellos, pero una tragedia de esa magnitud no puede nunca superarse.

Tiempo después la abuela creyó que esta mujer podría ser la solución para enderezar a su hijo -mi padre- que tantos quebraderos de cabeza le daba desde que mamá se libró de él. Algo conté sobre él en mi post anterior "Mamá perdió la guerra". La abuela urdió varios encuentros pero afortunadamente la relación no llegó a nada y dejaron pronto de verse. Papá era ya un deshecho. Le perdono a la abuela ese egoísmo despreciable que mostró porque sé que ella nunca ha sido consciente de la naturaleza del desorden psicológico de su amado hijo.

Años más tarde la abuela recibió otra llamada de su primo, otra llamada inesperada porque ni era víspera de Navidad ni era el cumpleaños de nadie. Nada más descolgar y reconocer su voz la abuela pensó de inmediato que algo le había sucedido a su mujer que ya era muy mayor. Pero de nuevo la realidad superaba cruelmente los peores temores. Llamaba para comunicar la muerte de su hija. Aquella mujer bella, discreta y definitivamente frágil con la que coincidí quizá sólo una vez en casa de la abuela había fallecido en el hospital tras una brevísima enfermedad. Dicho de otro modo había atendido la llamada de dos pequeños ángeles que en el cielo la aguardaban.

Mi abuela sigue ahí, en su aparente eternidad. Estas pasadas Navidades no hubo llamada familiar desde Barcelona. No queda nadie para marcar su número de teléfono.

7 Comments:

Blogger Luis Guillermo Franquiz said...

Tu relato me ha hecho recordar la novela homónima de Simone de Beauvoir... Encuentro prodigioso que algunas veces nos topemos con ciertas mujeres especiales, enigmáticas e inspiradoras; ellas poseen un aura indefinida que las llena de misterio, de dudas y de ensoñaciones. Me gustaría mucho conocer la opinión que de ella tenía tu abuela: sería interesante.
Ah! ¿Sabías que el apodo con que se refería Sartre a la Beauvoir era "Castor"?
Un abrazo.

4:23 pm  
Blogger El Castor said...

Sí, claro, a Simone la apodaron Castor por la semejanza de su apellido con "beaver" que es castor en inglés. Además el castor es un animalillo laborioso que gusta de la compañía y eso tb le resultaba apropiado.
Respecto a esta mujer de la que hablo en el post yo sólo la vi en un par de ocasiones y no creo que mi abuela la viera mucho más. Esa combinación de belleza, sencillez y discreción me llamó la atención y es la imagen que yo he conservado de ella. Quizá mejor así aunque tampoco estaba en mi mano procurar más contactos con esos familiares lejanos. Las cosas fueron así.
Un abrazo.

6:39 pm  
Blogger El Castor said...

Saludos, Persio, y agradezco tu comentario.

8:38 pm  
Blogger El argonauta enmascarado said...

Esta es la otra cara de la existencia. Esa que hay gente, por suerte, no conoce y consecuentemente, nunca puede calibrar con exactitud y certeza el sufrimiento que comporta.

Saludos, Castor.

5:32 am  
Blogger El Castor said...

Porque hay gente poco capacitada para colocarse en el lugar de los otros. Saludos, Argonauta.

8:30 pm  
Blogger WALDE said...

Tu relato me pareció muy interesante, tiene una atmósfera muy especial.
Un abrazo grande

1:30 am  
Blogger El Castor said...

Un abrazo Walde y siento que se acabaran tus vacaciones...

10:57 pm  

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